Lina Gálvez: “La pobreza femenina más que un problema para acabar con la desigualdad es una consecuencia de la desigualdad”
Un informe de la comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género elaborado por la eurodiputada socialista Lina Gálvez resalta el aumento de la pobreza femenina y llama a cambiar la política económica.
Para profundizar en los aspectos clave de este informe hemos contactado con la propia Lina Gálvez que nos detalla el retroceso que está experimentado la mujer en las tasas de empleo, la denominada pobreza del tiempo, la exclusión social y las nuevas propuestas para cambiar esta situación.
¿Cuáles considera que son los factores que producen qué crisis como la que estamos viviendo actualmente afecten en mayor medida a las mujeres?
Mujeres y hombres, además de las diferencias que hay entre las mujeres y entre los hombres atravesados por otros ejes de desigualdad, no tenemos el mismo acceso a recursos como el empleo, el tiempo disponible o la financiación para poner en marcha proyectos autónomos y vitales. Estamos hablando de una multidimensionalidad de factores, pero sin duda el mandato social de los cuidados que soportan las mujeres sin suficiente corresponsabilidad de los hombres, las instituciones o las empresas es un factor determinante, también de cara a la menor intensidad laboral de las mujeres y a una incorporación a los mercados de trabajo segregada, precaria y en cualquier caso, desigual.
Según refleja el informe sobre la Pobreza de las mujeres en Europa de la comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género del Parlamento Europeo, la tasa de empleo en mujeres ha caído más bruscamente que durante la crisis del 2008, ¿a qué cree que se debe este retroceso?
Se debe a que los puestos de trabajo y los sectores a los que más ha afectado la crisis provocada por el COVID, son ámbitos laborales mayoritariamente dominados por mujeres. A diferencia de la crisis de 2008, en el que la construcción, por ejemplo, sector fundamentalmente masculino, que se vio muy afectado. No obstante, hoy sabemos que la pobreza de las mujeres es superior a la de los hombres y ha crecido en términos absolutos y relativos. El riesgo de pobreza o exclusión social (AROPE) en la UE era, en 2020, 2 puntos mayor para las mujeres que para los hombres (22,9 % frente al 20,9 %). Igualmente, esta constatado que la brecha de género en la pobreza ha aumentado en 21 Estados miembros desde 2017. Y es que la crisis anterior tiene mucho que ver porque el efecto más perjudicial en las mujeres fue principalmente a raíz de la austeridad y el impacto que tuvo en el empleo y los servicios públicos de los que dependen las mujeres en mayor medida. A pesar de ese mayor impacto se sigue mirando solo el impacto en el empleo en los primeros años. El impacto fue mucho más amplio y de esos polvos también vienen estos lodos.
Durante el confinamiento, en las publicaciones científicas, por ejemplo, los hombres duplicaron su productividad, al revés que las mujeres. ¿Qué nos está indicando esto en cuanto a corresponsabilidad? ¿Qué hacer?
Nos está indicando que el mandato social de los cuidados se sigue decantando en femenino. Que, a pesar de ha habido mejoras en la corresponsabilidad de los hombres en cuanto al cuidado sobre todo de menores, este avance está siendo muy lento y a todas luces insuficiente. El cuidado no es solo el cuidado directo, es el cuidado del hogar, también de los “independientes”, la organización de ese hogar, que se prolonga a lo largo del día. Por ejemplo, hay estudios que demuestran que las mujeres teletrabajando eran interrumpidas el doble que los hombres en la misma situación.
Soluciones: avanzar hacia una nueva organización de los cuidados que permitan una mayor corresponsabilidad de los hombres por ejemplo a través de la extensión del permiso de paternidad igual e intransferible. El derecho ya lo tenemos, ahora tenemos que usarlo, y usarlo para generar esa cultura del cuidado y que en las empresas se vea como natural que todos somos seres humanos con responsabilidades. La cultura de las empresas debe ser menos presencialista, incluso online se sigue manteniendo los problemas de la cultura presencial en vez de organizar el trabajo, la remuneración y la promoción en función los resultados. Para ello es fundamental que los pluses pactados con los agentes sociales no primen aspectos de la cultura empresarial que encaja con el perfil histórico de las personas libres de cuidado. Se deben prestigiar y mejorar su remuneración, los sectores económicos feminizados, así como cambiar la cultura, el machismo y la discriminación en los masculinizados. Y también mejorar los servicios públicos que nos igualan. Este último aspecto es fundamental para liberar tiempo y a su vez generar empleo decente. Es esencial que los recursos públicos sean universales para garantizar su acceso, muy especialmente para las mujeres mayores solas o las mujeres con niños a su cargo en familias monomarentales. Mejor redistribución y mejor distribución primaria para tener condiciones de vida dignas y menos niveles de desigualdad.
¿Por qué considera que las políticas europeas han priorizado la empleabilidad de las mujeres, pero no tanto la igualdad?
Sí esto es una aseveración que he repetido en diversas ocasiones porque juntos con muchas colegas economistas feministas llevamos años estudiando la forma y el ritmo de incorporación de mujeres al empleo en varios países. La igualdad entre mujeres y hombres es uno de los objetivos de la Unión Europea. El origen de las políticas de igualdad en la UE puede retrotraerse a finales de la década de los ochenta y que el primer hito fue en 1998, cuando se aprobó en el Parlamento la primera resolución sobre mujeres en la toma de decisiones. No obstante, la mayor parte de esas directivas tuvieron como finalidad favorecer la empleabilidad de las mujeres frente a poner los cimientos que removieran las causas de las desigualdades que se observan en los mercados de trabajo. Digamos que se basaban en una cierta complementariedad de los sexos que dejaba sin desmontar del todo la división sexual del trabajo. De ahí que, aunque las mujeres se han incorporado en mucha mayor medida a los mercados de trabajo, siguen teniendo tasas de actividad y empleo más bajas, y tasas de paro, parcialidad o temporalidad más altas, además de seguir concentradas en menos sectores productivos debido a la segregación ocupacional que no para de crecer, y por todo ello, sigue persistiendo una brecha salarial y una participación minoritaria en la cúspide de las empresas y las organizaciones. La Comisión Europea ha generado expectativas de avance respecto a las mayores posibilidades de integrar la perspectiva de género en la acción de gobierno en Europa y lograr avances más reales y a eso responde la Estrategia de Igualdad 2020-2024. Su objetivo principal es el desarrollo de estrategias eficaces que hagan posible eliminar toda forma de discriminación de mujeres y de hombres.
Las estadísticas miden los ingresos familiares y no los ingresos individuales, ¿Qué supondría empezar a medir los ingresos individuales?
Esto es un tema complejo. Está claro que salvo en casos excepcionales, el pertenecer a una familia te da acceso no solo a bienes públicos dentro de ese núcleo familiar sino a distintos tipos de bienes, aunque no se tengan ingresos propios o estos sean más escasos que los de otros miembros de la familia. Pero igualmente sabemos que las pautas de consumo y el control sobre el gasto y su destino varían cuando los ingresos son o no son propios dentro de la unidad familiar. También sabemos que el reparto de esos recursos no es equitativo por género -también por edad-, en el seno de la familia, lo que limita el bienestar de algunos miembros, así como su autonomía. Los estudios históricos que utilizan también fuentes cualitativas como diarios nos muestran que las mujeres de las familias de clases trabajadoras y más desfavorecidas tenían un consumo de calorías mucho menor que los varones de la familia que las abocaba a todo tipo de enfermedades. Igualmente, también hay estudios de zonas pobres donde las mujeres prefieren alimentar a sus hijos antes que a ellas mismas comprometiendo su propia supervivencia. Debemos avanzar en el conocimiento sobre el reparto no solo de los tiempos y los trabajos dentro de la familia sino también de los recursos y los mecanismos de toma de decisión sobre los mismos. Hay bastantes estudios que documentan desigualdades de género, pero no a nivel de estadística oficial.
En el informe también se denuncia que para transformar una realidad se necesitan datos, ¿de qué manera las encuestas pueden influir para que se produzcan cambios?
No es una cuestión de encuestas simplemente. Si queremos transformar una realidad, tenemos que conocerla y para ello necesitamos información de forma que nos permita elaborar mejores leyes, políticas y evaluarlas en función de objetivos políticos como el de la igualdad entre mujeres y hombres. No solo necesitamos datos desagregados por sexo y cruzados con otras variables como la renta o el origen geográfico para avanzar en el análisis interseccional, sino que necesitamos producir estadísticas que sean sensibles al género y que no estén basadas en estereotipos o construcciones mentales segregadas. Todavía hay estadísticas que se refieren al cabeza de familia y lo asignan por defecto al varón. O que identifican trabajo con empleo o consideran población inactiva a una mujer con varios hijos, mayores o discapacitados a su cargo. El lenguaje es performativo y nos habla de una realidad que se asume como natural.
La pobreza femenina conduce de manera directa a otros muchos problemas y situaciones que enfrentan las mujeres, como la exclusión social como consecuencia de la “pobreza del tiempo” ¿es la pobreza femenina uno de los principales problemas para acabar con la desigualdad?
La pobreza femenina más que un problema para acabar con la desigualdad es una consecuencia de la desigualdad. Es una consecuencia que se ha acentuado de una forma especial como consecuencia de la pandemia y de las medidas puestas en marcha para poder afrontarla. Pero, de otra parte, esta coyuntura nos ha hecho ver más que nunca la necesidad de cambiar el marco, de ir mas allá de las medidas de empleabilidad, de actuar con perspectiva de género en las respuestas, en la utilización de los fondos europeos para transformar la sociedad. La pobreza de tiempo es una medida que hace referencia a la multidimensionalidad de la pobreza y a la capacidad de perpetuarla a modo de círculo vicioso. Es ampliar la medición y por tanto, mejorar nuestra capacidad para enfrentarla.
Actualmente la palabra “meritocracia” está muy presente en la sociedad, pero usted destaca que la realidad es muy distinta y la familia en la que naces te condiciona cada vez más tus oportunidades en la edad adulta, ¿por qué la sociedad sigue apostando entonces por ese enfoque individualista del avance y del acceso a determinados derechos y recursos?
La apuesta por ese enfoque individualista responde a un planteamiento neoliberal, que, bajo la apariencia de supuestas opciones individuales, esconde la desigualdad creciente en la que vivimos. La educación, la cultura, los recursos, de la familia define el futuro de los hijos e hijas y es radicalmente falso que sea para todos igual. De la misma forma que una gran mayoría de mujeres entra en el mercado de trabajo en condiciones de desventaja frente a otras o fundamentalmente, los hombres. Porque ellos tienen más tiempo disponible para reunirse, no se quedan embarazados, en general menos “obligaciones” hacia la familia… eso se proyecta en estereotipos y estos influyen en el desarrollo profesional al final, condicionándolos y traduciéndose en discriminación. No llegamos iguales y ese es el motivo por el que el discurso de la meritocracia es falso y sobre todo es peligroso. Estoy de acuerdo con la meritocracia como aspiración siempre y cuando haya igualdad de capacidades, en el sentido del enfoque de bienestar de Amartya Sen y Martha Nussbaum. Pero la realidad de nuestra época es que la familia en la que nacemos condiciona cada vez más nuestras oportunidades reales y llamamos meritocracia a lo que no lo es. E insisto, eso es falso y peligroso. Por otra parte, no podemos eludir que el desarrollo de modelos más meritocráticos en muchos ámbitos -junto con las luchas colectivas por la igualdad- es lo que ha hecho a muchas mujeres poder llegar a espacios que antes nos estaban vetados de hecho, aunque no lo estuvieran de derecho.
El informe revela que la pobreza femenina está fuertemente concentrada en los hogares monomarentales, lo que tiene una incidencia directa en la pobreza infantil. ¿Es necesario poner el foco en este tipo de hogares y legislar a su favor?
El 85% de las familias monoparentales están encabezadas por mujeres, y el 40,3% de ellas están en riesgo de pobreza. Por supuesto, por una cuestión de justicia social con las madres, con las familias monomarentales, y porque esa actuación es imprescindible para evitar que la pobreza salte de generación en generación. La pobreza infantil se caracteriza por poder traducirse en perjuicios que no son reversibles en la edad adulta. Hay estimaciones de que un total de 19,4 millones de niños y niñas, que representan el 23,1% del total, viven en la pobreza en toda la Unión. Necesitamos trabajar de forma específica porque es la más lacerante de todas las formas de pobreza, la más injusta. Se necesitan políticas públicas adecuadas, que sean integrales y coherentes, en materia de infancia y desigualdades estructurales de género. En estos casos una combinación de servicios públicos universales y accesibles, ayuda de servicios a las familias y rentas puede ser una solución para que esas madres no estén condenadas a una especialización total en el cuidado y una baja intensidad laboral porque no hay que olvidar que nos guste más o nos guste menos hoy por hoy seguimos viviendo en una economía de mercado. Cuando eso no sea así, otras alternativas que se barajan podrían ser sin duda mejores.
En el informe también se establece una relación entre pobreza femenina y violencia machista. Sabemos que la violencia de género es universal y afecta a todos los estratos sociales. ¿De qué manera se realimentan pobreza y violencia?
La violencia contra las mujeres es a la vez causa y consecuencia de la pobreza y exclusión social de las mujeres. A pesar de que la violencia contra las mujeres no es una realidad aparejada a las personas de bajos ingresos, las mujeres de esos estratos sociales y de escasos recursos, tienen menos alternativas de escapar de la violencia, ya sea en el ámbito familiar o de situaciones de tráfico de personas, especialmente con fines de explotación sexual. Por otro lado, precisamente por ser víctimas de violencia, muchas mujeres pierden su estabilidad económica previa y caen en la pobreza y la exclusión social. Entre las mujeres sin hogar predominan las que han sufrido algún tipo de violencia de género. La autonomía económica de las mujeres es clave para no entrar en el fenómeno de la violencia de genero.
Háblenos de propuestas, ¿Qué quiere decir cuando apuesta por cambiar la gobernanza económica?
Para 2020, estaba establecido un objetivo de sacar de la pobreza a 20 millones de personas en Europa, que no se ha cumplido. Ha habido avances, pero no han sido suficientes y todo apunta a una incorrecta redistribución de la riqueza, tanto porque la distribución primaria es muy desigual con los salarios ocupando cada vez una parte menor del PIB, como por los mecanismos de redistribución que son a todas luces insuficientes con sistemas fiscales poco progresivos y en endeudamiento en alza. Garantizar el acceso en igualdad a servicios básicos como la sanidad, la educación y los vinculados a la dependencia, implica mejorar la capacidad redistributiva de los Estados y el funcionamiento de los estados de bienestar y para ello es necesaria una financiación adecuada, que depende a su vez de una fiscalidad justa y progresiva.
Esto hace más imprescindible aun la integración de la perspectiva de género en todos los niveles del proceso presupuestario de la UE, de tal forma que se los gastos se consideren la inversión social necesaria para lograr los objetivos de igualdad de género, como la lucha contra la pobreza femenina. En mi opinión, ninguna política social, tampoco la igualdad de género, puede acometerse si la política y la gobernanza económica siguen una lógica financiarizada, deflacionista, con cada vez más aspectos de nuestra vida mercantilizados y generadora de desigualdades. La riqueza no para de concentrarse en pocas manos y dentro de esa lógica desigual no cabe ningún avance real en igualdad, tampoco entre mujeres y hombres