Sassoli, un liderazgo sereno y decidido para una Europa acelerada

El presidente del Europarlamento siempre tuvo claro el papel de Europa en la defensa de la democracia y la justicia social, y fue muy sensible a la memoria democrática de sus Estados miembros.

Llegué a Italia en 1992, el mismo año en que David Sassoli entró a trabajar en la RAI, la televisión pública italiana, pero como durante los años de doctorado no tuve televisión en casa, mentiría si dijera que lo conozco desde entonces. En cambio, recuerdo muy bien la primera vez que lo vi y hablé con él, cuando aún no era presidente del Parlamento Europeo. Fue en junio de 2019, tras las últimas elecciones europeas, en la primera reunión de la legislatura de nuestra familia política, la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, en Bruselas. Recuerdo que me llamaron la atención su sonrisa luminosa, su bellísimo italiano, lo afable que era y su discurso profundamente europeísta y social. Todas ellas cualidades que ha mantenido durante su mandato al frente de la Cámara. En su última intervención pública, en el vídeo que grabó para desearnos felices fiestas hace sólo unos días, nos recordaba la necesidad de abandonar la indiferencia ante la desigualdad, que no es ni tolerable ni aceptable, y subrayaba que las instituciones europeas debían ser garantes de los valores democráticos y servir de protección a los más débiles.

Creo que hemos sido afortunados de tenerlo al frente del Parlamento Europeo en estos años tan convulsos; figura visible de esta columna vertebral de la democracia europea que actúa como instrumento de equilibrio entre el poder de los Estados y la burocracia bruselense, sustentada en el valor de la representación y la ciudadanía, un foro donde no existen mayorías suficientes para nada y es preciso acordarlo todo, dentro y fuera. Por ello, siempre recordaré a David Sassoli en los pasillos del Parlamento, entre cafés y reuniones, tejiendo alianzas para forzar una agenda que hiciera avanzar esa Europa progresista que tanto necesitamos y en la que él tanto creía.

Excepcional compañero de filas, Sassoli entendía esa dinámica a la perfección, quizás porque era italiano, florentino, y sabía que el poder hay que ejercerlo de manera casi imperceptible, pero con determinación. No era sólo un rostro popular y televisivo reconvertido a la política; era un hombre profundamente político por compromiso, y también hábil, alguien que sabía leer como pocos la agenda de la actualidad. Su vocación y profesión marcaban ese ritmo. Por esta razón, cuando la bomba pandémica alcanzó Europa, Sassoli supo mejor que nadie interpretar lo que a través de los medios nos llegaba desde China. Y tomó dos decisiones importantes: la primera, no cerrar el Parlamento Europeo, convirtiendo a la institución en un referente principal sobre cómo llevar a cabo la transición hacia una democracia moderna digitalizada; la segunda, consensuar el discurso europeísta y de unidad con la Comisión y el Consejo, de forma que Europa saliera de la pandemia más reforzada y su ciudadanía más protegida, al tiempo que adaptada y preparada para las profundas transformaciones que estamos viviendo y en las que tanto nos jugamos.

Ninguna de esas decisiones fue fácil de trasladar a lo concreto. La búsqueda de una solución sanitaria común, la aceleración del elefante burocrático, el logro de acuerdos presupuestarios para no repetir los errores de la anterior crisis –incluyendo la puesta en marcha por primera vez de un mecanismo de deuda mancomunada–, la gestión del miedo de la ciudadanía, el torpedeo constante de la ultraderecha a la institución, o su propia enfermedad desde el verano, marcaron el final de su mandato. Mandato que, no hay que olvidarlo, se estrenó gestionando el Brexit y la amputación que para la institución supuso la marcha de las y los diputados británicos del Parlamento Europeo. Han sido años muy complicados, pero la dedicación y vocación de servicio público de David Sassoli han sido constantes y es triste que él y su familia hayan tenido que pagar un precio tan alto por ello.

No quiero dejar de comentar que, en su discurso, Sassoli tuvo claro el papel de Europa en la defensa de la democracia y la justicia social, y fue siempre muy sensible a la memoria democrática de sus Estados miembros. Él mismo publicó un libro sobre el asesinato de Aldo Moro. Y el 25 de abril de 2020, al conmemorarse el 75 aniversario de la caída del fascismo en Italia, clamó: “Ahora y siempre, resistencia”. Antes, en el pleno de octubre de 2019, entre gritos e insultos de la extrema derecha –que muchas veces comienza menos al extremo de lo que creemos–, le dio la palabra a Javier Moreno, jefe de la delegación socialista española, para que compartiera la noticia de que, por fin, un gobierno democrático en España había sacado al dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Como nosotros, Sassoli aguantó insultos y críticas, pero no pareció ponerse nervioso, probablemente porque sabía que la lucha contra el fascismo y los neofascismos hay que abordarla siempre con valentía, con dignidad, sin bajar nunca la guardia.

Él solía decir que Europa no es un accidente de la Historia, que hay que tejerla día a día. Y en ello seguimos y seguiremos, tejiendo esa Europa garante de las libertades y de la justicia social, esa Europa de la esperanza y humanista en la que él creía, y que tenemos que saber reflejar en la Conferencia sobre el futuro de Europa. Todavía nos queda mucho por hacer y avanzar en esa agenda progresista. Es una verdadera lástima que no podamos seguir contando para ello con su compromiso social, su sonrisa, su serenidad y su autoridad, si por ésta entendemos la construcción del prestigio y el crédito que se le reconoce a una persona o institución en razón de su legitimidad, calidad moral o competencia demostrada. Descanse en paz David Sassoli. Y ahora y siempre, resistencia.

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Lina Gálvez es eurodiputada del PSOE. Catedrática de la UPO.